miércoles, 21 de septiembre de 2016

Pulsión

Los seres humanos tenemos extrañas actitudes, por lo menos me caracterizo por pertenecer a ese grupo.
Comemos durante el otoño e invierno incluido parte de la primavera que de hecho por estos lados aún es muy frío, olvidando que tarde o temprano llega el verano y cuando éste se hace sentir pretendemos contar con un cuerpo escultural.
Es así que año tras año, el mes preludio a la temporada estival,  me someto a estrictas dietas acompañada de horas de caminata y tratamientos estéticos, pretendiendo ilusamente que obren milagros.
Por estos días transcurro la segunda semana de dieta y el mismo tiempo en gabinete, hace un par de años, voy casi religiosamente al mismo spa, sé por experiencia propia que si hago bien las cosas mi cuerpo lucirá mucho mejor en un par de meses, creo que a Diciembre llego. Me refiero a Diciembre sin los nefastos flotadores.
Como otros tantos días llegué caminando y a horario, me disgusta la impuntualidad. Al ingresar a la impecable recepción sentí  mis pulsaciones alteradas y un ligero calor en mis mejillas, producto de acelerar el paso en las últimas cuadras.
Sorprendentemente había más gente de lo habitual, todas mujeres lidiando contra los vellos.  Sisí con su escultural y pequeña figura enfundada en un pulcro ambo, me da la bienvenida, siempre me recibe con una amplia sonrisa, expresando felicidad al verme.
Desconozco si es así solo conmigo o lo repite con cada uno de sus pacientes. Ingresé al gabinete habiendo pasado antes por baño.
Todo allí se repite sistemáticamente, mientras yo dejo mis pertenencias, morral, campera sobre un taburete, luego desabrocho mi pantalón y me recuesto sobre la camilla, ella prepara los equipos para comenzar con su trabajo.
En el instante que me dispongo a dejar el morral, viene a mi mente un momento en el que hablamos de tatuajes, Sisí bajó su pantalón hasta llegar a una de sus caderas y me lo mostró, jamás pude olvidar su piel, de hecho no recuerdo de que trata el tatuaje, ese mismo día me mostro la circunferencias de sus perfectas lolas, con la intención de indicarme el lugar del próximo.
En ese momento debió ausentarse por unos segundos del gabinete.
Tuve el tiempo necesario para pensar en cuanto me fascina su piel, sentí la imperiosa necesidad de recorrer suavemente con mis dedos, la corta extensión de su altura.
Tomándome el tiempo necesario para guardar en mi memoria táctil cada centímetro de ella.
 Irrumpió en el recinto,  su estridente y simpática voz no lograron alejar de mi los pensamientos sobre su cuerpo.
Aun tenía la campera puesta, entonces en un acto arrebatado me la quite y deje caer sobre el taburete. Cuando me dispongo a desabrochar mi pantalón, la veo desatar su rodete, su fino y largo cabello se deslizó sobre sus hombros, en un ademan por correrlo, tiro suavemente su cabeza hacia atrás, pude ver su excitante cuello y sus labios esbozando una amplia sonrisa mientras sostenía el gancho que sujetaba su rodete.
Aun con el temor y más que eso, sintiendo el pudor que me provocó la situación, me acerqué y con mi mano izquierda sujete su cadera a la altura de sus perfectos y duros muslos, lo hice suavemente, como si se tratará de un  jarrón del material más frágil existente en este mundo.
Valiéndome de la mano derecha, con el dedo índice y medio comencé a recorrer su garganta, evité mirar a sus ojos, temí al rechazo.
Sisi no emitió palabra ni gesto alguno, solo atino a deslizar su cabeza hacia atrás e inspiró profundamente, mis dedos pudieron sentirlo.
Nunca la miré a sus ojos, no quería encontrarme con ellos, no quería que despertara a la realidad del momento.
Rodee su contorneada cintura y la guié hacia la camilla, mi corazón parecía escapar de la boca, latía irracionalmente. Mientras, ella en suaves movimientos se recostó, acto que me tranquilizó.
Una vez Sisí en la camilla, yo  de pié a su lado, ubique mis dedos sobre el sensual hueco de su cuello y los deslice hacia el escote del ambo, lo desabroche, dejando correr el cierre. Y seguí camino sin reparar en sus turgentes pechos, ahora excitados. Su abdomen se estremeció como respuesta a mis caricias
Solo pensaba en recorrer la extensión de su cuerpo, robarme por completo la suavidad de su piel. Llevar con migo el perturbador aroma de su cuerpo erotizado.
Cuando llegue a la cintura del pantalón elastizado, pude observar su tersa piel totalmente erizada, lo bajé y en un pícaro acto, con este arrastre su pequeña bombacha.
Me tomé el tiempo para recorrer sus caderas y torneadas piernas, quite sus zapatillas y sus pequeños y prolijos pies invitaban a besar cada uno de sus dedos de uñas pintadas color carmín.
Desde allí me detuve y pude observar la extensión de su bello cuerpo, solo acariciaba sus pies, mientras mis ojos recorrían sus piernas, la escultura de sus caderas, su precioso pubis, el cual provocaba los deseos más oscuros, mi boca se humedecía al imaginarse jugando dentro de él, una pequeña cintura la cual llevaba a la gloria de sus grandes pechos.
Así  la recuerdo, arrojada al abismo de mi pasión, de mi lujurioso deseo, de mis manos recorriendo su cuerpo y robando su deseo.
Nunca perdí de vista su pubis, pequeño, totalmente depilado, una imperceptible línea lo surcaba, de pronto sentí la necesidad de tenerlo en mi boca, podía sentir su exuberante aroma.
No quería hacerlo, mis prejuicios lo impedían, aunque mi deseo pedía a gritos por sentir su sabor. Sentí hambre, sed, necesidad de sus jugos en mi boca.
Sisí se contorneaba sutilmente y de vez en cuando emitía un suave gemido, mezcla de suspiro. Regrese por el camino de sus bellas piernas mientras trataba de  decidir sobre si hacía caso a mis deseos o bien optaba por mis prejuicios.
Llegué al tan deseado pubis, pase la palma de mi mano sobre él, creo que en ese momento decidí por mis prejuicios, sentí su arrebatador aroma, y pude ver cuando abrió sus piernas dejando expuesto lo excitado de sus ser.  Su rosada piel totalmente húmeda me invitaba a la lujuria de mis labios saboreando su néctar.
 Y yo con hambre atrasado.
La tomé por sus  pequeños tobillos, la acerque al extremo de la camilla, deslice gracias a la humedad de su sexo dos de mis dedos en su clítoris totalmente estimulado, rígido, turgente frente a mí.
Mis dedos iban y venían desde el clítoris al cual lo rodeaban, acariciaban suavemente, hacia su cola, la mano izquierda la extendí hacia su pecho y allí estaba su duro pezón esperando por mis caricias.
Mientras con la mano derecha recorría su pubis, ella totalmente entregada, dejaba paso a todo, con la mano izquierda tocaba sus enormes tetas, pude sentir cuan agitada estaba.
Sin dudarlo, deslicé uno de mis dedos dentro de su cola y hundí mi boca en su sexo.
Mi lengua se alargo para andar por  lugares que jamás había recorrido, lo hacía de manera instintiva. Sentí un reprimido gemir salir de sus labios.
Cuando dos de mis dedos recorrieron el interior de su húmedo ser, lograron tocar el punto que la enloqueció, se sentía como un terso y delicado túnel hasta que uno de mis dedos dio con una protuberancia, como un pequeño botón que al tacto hacia estremecer y abrirse aún más a la portadora,  Sisi en atrevidos movimientos intentaba que mis dedos la penetren aún más.
Mis labios y lengua jugaban con su clítoris, este se agrandaba dentro de mi boca, ella se contorneaba frenéticamente, yo me deleitaba con su sabor  y  aroma de hembra en celo.
Mis dedos iban y venían sin salir de ella, asegurándome su extenso placer, mi lengua recorría su cola la cual pedía por algo más que eso. Y mis labios tomaban su clítoris, suavemente, segura de lo que hacía, le daba pequeños y fuertes chupones. Estos sonaban en el gabinete aún más que sus constantes gemidos.
 Mis dedos salieron del placentero túnel del placer  y los introduje en su cola, trate de suplir la ausencia de éstos con mi lengua y luego  abandone las caricias de su abdomen y pechos, para introducir tres de los  dedos dentro de ella, se estremeció, se movía, agitaba su cuerpo como poseída y se aferraba a la camilla,  pude sentir correr por mi boca el jugo embriagante de su ser.
La exprimí.
Relajo por completo sus músculos, mi mano apoyada en su pubis podía sentir el latir de su clítoris, tanto como latía su pecho.
Me atreví a mirar sus ojos y ella solo sonrió, la tome de sus manos y la ayude a sentarse, quedó allí desnuda  frente a mí,  aún agitada. Por mi boca corría parte de ella, paso su mano limpiándome y se la llevo a la suya.
Entonces dijo “nunca antes había acabado tan rico” a lo que agregó “por lo visto solo otra mujer sabe cómo hacerlo, no?”
Como respuesta baje la mirada y sonreí.
Cuando salí del gabinete ya nadie quedaba, y así reaccioné, me cuestioné internamente “ se habrán dado cuenta el resto de lo que sucedía allí adentro?”
Nos despedimos, habiendo antes pactado el próximo turno, el cual prometimos cumplir con el tratamiento.
Luego como otras tantas veces, ella me pidió con su simpática voz “Mari, por favor trame uno de tus relatos, necesito leerlos”
Volví a casa, mientras cocinaba esperando a mi marido, recordé cada minuto vivido, cada centímetro de piel recorrida. El sabor de Sisi corriendo por mi boca.
Un prejuicio roto y otra experiencia vivida.
Jamás volví a sentir el sabor de su excitación saciando mi sed.
El lunes siguiente allí estaba, saludando a Sisí y dejando en sus manos uno de mis relatos, que ahora es “nuestro relato”.